martes, 12 de febrero de 2008

Instrucciones para escribir una historia

[Homenaje a Julio Cortázar]
Se cogen unas hojas de papel, mejor cuanto más gruesas, para que la tinta no se transparente a la otra cara. Nunca usar un ordenador para evitar las radiaciones, nocivas para la imaginación y para gozar de la compañía de Esaida y Ziuna, musas bastante alérgicas a los trastos modernos. Necesitaremos (disponibles en todas las librerías y tiendas de objetos de decoración): una pluma grande de gavilán en edad de procrear, perfecta por su flexibilidad; un frasco de tinta negra marca Acme, pero no de broma, porque entonces nuestra historia se volverá invisible, ilegible, quiero decir; un gorro de escribir, como el que lucía la pequeña cabecita de Wynona Ryder en la película Mujercitas; unos guantes de plástico de los que utilizan los médicos, que permiten conservar la sensibilidad al tiempo que resultan imprescindibles para evitar manchones en nuestros dedos; una mesa de madera de pino de bosque frondoso y enigmático, que desprenda taninos olorosos con el roce; una silla cualquiera; y una ventana con vistas al monte, a la playa, a la selva, al desierto, al pueblo o a la ciudad (a la elección del escriba).

Obsérvese detenidamente al hombre que pasea con su perro Bobby. Si este señor anda despistado, escríbase: “El muchacho merodeaba sin rumbo, ausente a la realidad circundante. Sus cavilaciones flotaban en el frío aire de la tarde, volaban hacia su hogar. En el silencio claro de la luna, al hombre se le escapó un suspiro, y una lágrima brotó de sus verdes ojos, rodó por su mejilla e hizo plaf en la pelambrera de Ulises, su fiel acompañante”. Se continúa la historia en el mismo estilo, de modo que obtengamos la narración desgarrada de un amor perdido, situando al personaje canino como recuerdo viviente del pasado feliz.

Se cena ligero y se duermen diez o doce horas. Al día siguiente, se toma un café fuerte sin leche y, a poder ser, con mucho azúcar. Prohibido terminantemente comer nada que no sea fruta del tiempo, en este caso, jugosos fresones (y nada de nata). Siéntese uno de nuevo en la silla cualquiera, frente a la mesa de madera de pino de bosque frondoso y enigmático. Obsérvese por la ventana a una mujer que toma el sol del mediodía tumbada en una hamaca de rayas amarillas y blancas. Si esta señora esconde sus ojos tras unas gafas de sol, se escribe: “Escondió sus mirada azul tras los cristales opacos de sus gafas. El sol hiriente teñía lenta pero inexorablemente su piel blanca con un manto cobrizo. Pero los rayos tibios no podían teñir de rosa su corazón roto”. Y asóciese el nuevo personaje con el señor del perro Bobby llamado Ulises, hasta tejer una complicada trama de amores y desamores.

Se continúa escribiendo hasta el atardecer, y luego hasta el amanecer. Llénense 20 folios del tirón, se permiten borrones y tachones, siempre que aparenten formas derivadas de la inspiración. Se guarda el gorro de escriba en lugar seguro, se cierra el frasco de tinta negra marca Acme y se da cuenta de un plato grande de lentejas con chorizo. Cuando el reloj de cuco da las dos, se invita a un par de familiares, se les acomoda en un sillón mullido y se les da a leer la historia. Obsérvense detenidamente los minúsculos gestos de las conocidas caras en busca de cualquier señal. Óiganse con educación los comentarios alabadores sobre la susodicha obra. Despídase a los invitados con un gracias, ciérrese la puerta con llave y procédase a hacer una bola con los 20 folios. Deposítense en la papelera más cercana. Duérmanse unas 10 horas de sueño intranquilo, introdúzcase uno en la ducha con agua a 20º centígrados (o su equivalente en Fahrenheit), séquese, vístase y comiéncese de nuevo el proceso.
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egl, 2000

1 comentario:

Unknown dijo...

oye, podrías hacer un anexo sobre cómo escribir una historia mientras se suben unas escaleras? sería más práctico porque ahorrarías tiempo.
Vale también un ascensor, pero eso es más para pijos!
En serio: genial!!