miércoles, 2 de julio de 2008

El calor

Cuando llega el calor te echo más de menos que nunca. Mis manos pegajosas de sudor buscan sin querer un cuerpo al que adherirse, tu cuerpo liviano bajo la ropa veraniega que enseña tu tibieza, escandalosa como ninguna. Creo que de tus poros se escapa un vapor febril que cruza distancias para empañarme la vista. Debería pedirte que te taparas, amor de melocotón, que no mostraras impúdica los rincones secretos que quiero sólo para mí. No me llames loco, no son los celos de un demente los que me tientan a gritarte que te cubras, es sólo que te echo de menos más que nunca.

Cuando llega el calor y te sueño en mis noches, las sábanas se vuelven telarañas gomosas bajo mi cuerpo desnudo. Y clamo al techo que quiero cocerme vivo dentro de tu fuego, llorar gotas de amor sobre tu pecho glorioso, abrasarte en la jaula de mis brazos, quemarte en mi infierno, no echarte de menos.

Si no fueras así, preciosa, si tu corazón no fuera el glaciar eterno en el que se consumen mis llamas sin apenas rozarte... Si quisieras salir tan sólo una vez de tu pozo invernal para rebozarte en la arena ardiente de mis dedos... Ojalá el verano lograra convertir tus venas de hielo en brasas para alimentar mis deseos. No sabes cuánto te echo de menos cuando llega el calor.
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egl, 2003